PARTIDOS MOVIMIENTO Y RECONFIGURACIÓN POLÍTICA EN ESPAÑA Y CHILE: UNIDAS PODEMOS Y APRUEBO DIGNIDAD

Rommy Morales-Olivares |

Hemos vivenciado la última década de cambios en la impugnación del capitalismo global y la emergencia de partidos-movimientos que, lejos de sustentar la hipótesis de la decadencia de la política institucional, han energizado una nueva manera de representación de las bases sociales. España atravesó en 2011 un momento extremo de agitación sociopolítica en su transición democrática: el 15 de mayo, las imágenes de España en el mundo daban cuenta de calles colmadas de manifestantes, plazas llenas de jóvenes acampando, el 99% saliendo de su letargo. Este fue un acontecimiento esperado luego de los golpes de las políticas de austeridad adoptadas por las elites, especialmente del Partido Popular durante la crisis económica del 2008.

En la difícil noche de la austeridad, España despertó y generó estupor entre quienes vieron en el país un ejemplo de transición pactada y estable; y a la juventud española como un sector alienado con su realidad sociopolítica.

Como un viaje en el tiempo el 2019 casi una década más tarde, en el continente latinoamericano observamos el fascinante 18 de octubre chileno. Chile atravesó el momento más extremo de convulsión desde la dictadura militar de Pinochet. Las imágenes en medios sociales daban cuenta de calles colmadas de estudiantes, mujeres, trabajadores/as de todas las edades, estaciones de metro en llamas, y fuerzas militares desplegadas en todo el país, una imagen paradójica que revivió la angustiada década de 1970 en la memoria y que daba cuenta del despertar, luego de una larga “pesadilla” neoliberal, algo más difícil que la española.

Si bien el 15M y el 18O fueron una sorpresa para quienes vieron a Chile y España como ejemplos de estabilidad y gobernabilidad transicional, fueron esperables para quienes venían analizando el malestar generado por el incumplimiento de las promesas de la transición democrática, de una monarquía que se niega a desaparecer y la pertenencia a la Unión Europea que no aportaba frutos esperados en el caso de España; y también a una legitimidad promisoria agotada del neoliberalismo en el caso chileno (Garretón, 2016; Beckert, 2019; Monedero 2012).

No obstante, dadas sus trayectoria de éxito en algunos indicadores como crecimiento económico, un sistema de partidos estable, instituciones sólidas, bajos niveles de disturbios civiles, los analistas del mundo consideraron las democracias de Chile y España como ejemplos de transiciones post-autoritarias pactadas por sus élites. Para la ciudadanía, sin embargo, todo esto se vivió desde las precariedades, el agotamiento respecto al bloque bipartidario clausurado que lideraron los procesos en las últimas décadas; y desigualdades propias del sur global (Mota y Wagner, 2019).

Desde la teoría política postestructural es en la etapa posconflicto de las revueltas del 15M y el 18O dónde comienzan a cristalizarse los partidos-movimiento, al intentar constituirse como organizaciones políticas y llegar a acuerdos (Mouffe 2015, Laclau, 2005). En algunos casos se fortalecen y reposicionan alternativas políticas preexistentes con anclaje de base. Nos referimos pues al caso del Partido Comunista chileno, con una larga tradición en la izquierda, y al Frente Amplio, que nació a partir de las revueltas estudiantes del 2011, y que juntos dan vida al pacto Apruebo Dignidad. En otros casos inspiran la creación de nuevos partidos políticos renovados como Unidas Podemos en España (Castells, 2012; Garretón 2016), que rompen la binariedad pre existente. 

El enfoque de la democracia radical da cuenta de la tensión entre “lo político” y la política institucional; asume que la relación entre los actores sociales es iterante y conflictiva, asimétrica y antagónica (Derrida, 1998), el problema de lo político es el problema de la institución de lo social, es decir, de la definición y articulación de las relaciones sociales en un campo surcado por antagonismos” (Laclau y Mouffe, [1987] 2015; Cordero, 2019). Serían entonces las pasiones, valores, identidades e intereses antagónicos aquellos que dan vida a la sociedad y fundamentan la aparición del partido-movimiento.

¿Existe entonces una nueva configuración política detrás del despertar post-autoritario de Chile y España?: Aparentemente sí, en ambos países emerge una tendencia partidaria que se desdiferencia del partido político tradicional. Tanto Unidas Podemos como Apruebo Dignidad en Chile parecen tener como causa común la resistencia e impugnación de la ciudadanía a un modelo socio-económico sustentado en la desigualdad, el menoscabo del Estado y la incertidumbre. Lo que se esconde en el despertar sociopolítico es la puesta en cuestión a la convulsa relación entre democracia representativa y soberanía popular. 

Bajo esta observación. ambos conglomerados de las izquierdas chilena y española no solo pueden introducir contenidos en la política consolidada, sino que los nuevos partidos parecen traducir parte de la impugnación de las bases de los movimientos sociales a la hegemonía discursiva de las élites convencionales, en un programa de confrontación política que da continuidad institucional a dicha impugnación, pero ya en el escenario político institucionalizado, sea como gobierno u oposición. De este modo, se pueden representar diversas demandas sociales que no estaban en la agenda de las élites políticas, por ejemplo, el derecho a la vivienda, a una educación de calidad, a un sistema de salud robusto, sistema de pensiones sustentable, cambio constitucional, regulación del sistema financiero y bancario, irrupción del feminismo, problemática ecológica, derechos de las minorías migrantes y de los pueblos originarios.

Como partidos-movimiento condensan una multiplicidad de demandas, y lejos de ser testigos de la pérdida de legitimidad al sistema político (Habermas,1998), tienen la potencialidad de reorganizarla y anclar las “bases plebeyas” a la democracia radical, y ensamblar la política a lo político (Kalivas, 2005: Vergara, 2020). En la práctica, tanto Unidas Podemos como Apruebo Dignidad –a pesar de sus importantes diferencias internas, errores y aciertos programáticos– definen y renuevan un estilo organizacional basado en un proceso de toma de decisiones participativa, iterante, flexible y horizontal, propio de los movimientos sociales y bajo el telos de sus planteamientos. Un modo de ser que intenta ser distinto al de los partidos tradicionales, rígidos y verticales (Kitschelt, 2006). Se erigen como híbridos que transitan desde un movimiento social a un partido institucional de modo dialéctico.

En síntesis, si bien asistimos a momentos históricos convulsos y muy diferentes en ambos países, de amplio triunfalismo electoral de la izquierda en Chile –con la emergencia de un sector de independientes de izquierda pujante y fuerza transformadora (Cortes, 2020)– versus un complejo momento de derrota electoral y bloqueo sistemático de las alternativas más radicales y líderes más visibles en el caso de España; la acción política de los partidos-movimiento no debe ser evaluada en la contingencia. Su potencialidad política se corresponde a un proceso no lineal de articulación contrahegemónica “siempre” incompleta y abierta normativamente a las bases populares, que sin duda cambiará el semblante de la democracia en términos institucionales, tanto a nivel nacional como global.

Bibliografía.

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Beckert, Jens, 2019. The exhausted futures of neoliberalism. From promissory legitimacy to social anomy, Journal of Cultural Economy
Castells, Manuel, 2012. Redes de indignación y esperanza, Madrid, Alianza, 2012.
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Della Porta, Donatella 2009. Democracy in Social Movements. New York: Palgrave MacMillan.Derrida, Jacques. 1998. El otro cabo. La democracia, para otro día. Colección Delos. Ediciones del Serval. Barcelona.
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Mota, A and Wagner, P.  2019. Collective Action and Political Transformations. Edinburgh University Press Ltd
Vergara, Camila. 2020. The plebeian people of populism. European Journal of Social Sciences.

Rommy Morales-Olivares es Profesora Asociada del Departamento de Sociología de la Universidad de Barcelona e investigadora asociada del OTS-Max Planck Institute MPIfG

*Fotografía: Sergio Infante

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